lunes, 2 de mayo de 2011

11.2 Crisis acompañadas. Toma de decisiones proyectuales

Resulta interesante el concepto de “día Cero”, pues refleja a la perfección su significado. Desglosando el concepto general y adentrándonos en las distintas ramificaciones del mismo, puede uno llegar a verse en distintas situaciones que le identifican con “ese arquitecto”, aquél que vaga de un campo a otro meditando sobre su proyecto y buscando soluciones a las diversas confrontaciones que se le presentan.
El caotismo sutil con el que deben ser colocados estos “días Cero” determinará que éstos supongan un obstáculo, o por el contrario, ayuden en su buen fin a fortalecer el proyecto que se tiene entre manos.

En contraposición a este término, nos encontramos con el PETIT , variación de “Proyecto Teórico de Investigación Personal”, cuya base consiste en observar, retener información, aprender del entorno, empaparse de lo que éste puede decirnos, agigantando de este modo los aspectos más relevantes en relación al proyecto,  y sobre todo no tomar decisiones inamovibles que pueden determinarlo negativamente.
Al comprender ambos conceptos y situándome en mi experiencia personal, podría decir que he vivido consciente o inconscientemente varios días cero distintos.

Al elegir, supongo que me decantaría por el “día Cero programático” ya que es fácil dudar acerca del “programa” que  uno tiene entre manos, de la actividad que va a realizar, de si ése es el camino o de cuál debería seguir. De todos modos es obvio pensar que todos los tipos de “días Cero” van intrínsecamente relacionados, y que uno nos puede llevar al otro y así consecutivamente.

Tras algunas reflexiones he llegado a la conclusión de que debo modificar ciertas cosas relacionadas a las últimas actuaciones, y que me centraré menos en el aspecto histórico del muro en sí, para recuperar un poco la esencia del muro como medio, como espacio artístico, como lugar de exposición. Debo seguir pensando acerca de las mejoras.

El texto de Georges Perec invita a una reflexión acerca de la obsolescencia de las cosas, de lo acostumbrados que estamos a todo, que ya nada parece sorprendernos, como si nos creyéramos conocedores de todo en esta vida. Pasan inadvertidas numerosas acciones al día, en la famosa rutina, que hacemos o vemos de forma mecánica y que ni tan siquiera despiertan en nosotros un ápice de interés.
Debemos despertar de ese letargo somnoliento y empezar a ver donde otros no lo hacen. Es ahí donde “ese arquitecto” encontrará las respuestas acerca de su análisis programático, y mediante una posible rápida autocrítica ser capaz de rechazar o acogerse a un camino, de encontrar los puntos débiles de su proyecto y encaminarlo en la buena dirección.






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